lunes, 16 de marzo de 2015

Etapa 6: Pipe


¡Menuda etapa Zaragoza-Lleida!

Nos estaba saliendo todo demasiado bien, en algún momento tenían que torcerse un poco las cosas. Aunque hubiéramos preferido que no fuese así...

Bueno, empecemos por el principio... Amanecimos en Zaragoza en casa de Jose después de haber dormido fenomenal. Nos llevó a desayunar a media mañana y después a la estación, donde habíamos dejado todas nuestras pertenencias. Sí, la moto también. El día anterior nos dió pereza volver a la consigna y decidimos pasar la noche con lo puesto, sin percatarnos siquiera de preguntar si la pobre se quedaba segura allí, en Delicias. Llegamos con el corazón en un puño, rezando por que siguiese en su lugar. La pequeña no nos falló, allí estaba tan reluciente como siempre. Después de recoger nuestras cosas, nos apoderamos del baño de la estación antes de comenzar nuestra ruta.


Arrancamos dirección Lleida a eso de las dos, y conseguimos salir de la ciudad a eso de las tres y media ¡Zaragoza no nos quiere! Paramos a repostar muertas de calor, estresadas y ya un poco hambrientas, pero decidimos seguir un poco más, ingenuas de nosotras, y parar más adelante.


Siguiendo nuestro camino lo único que encontramos fue la nada bajo un sol abrasador. Dirás que somos un poco tontas, lo somos en realidad, pero no investigamos mucho la etapa y nos cruzamos el desierto de Los Monegros a pleno sol y sin haber comido ni bebido nada. ¡Puedo prometer y prometo que me pareció ver un barco en el medio del desierto! A partir de ahí, todo empezó a ser más divertido. La foto no refleja la dureza del trayecto, lo prometemos.


Al final conseguimos llegar a un lugar con vida a eso de las cinco de la tarde, en dónde paramos a hidratarnos y alimentarnos. Estuvimos descansando un rato y fue entonces cuando se nos torció el día. Perdidas en medio de la nada, recibimos una llamada que nos hizo planteárnos seriamente volver a Galicia. Había pasado algo lo suficientemente serio como para pensar en seguir directas a Barcelona, ver qué hacer con La Pitufina y cogernos un avión. No eran buenas noticias.

Esperando más información llegamos hasta Fraga, donde paramos a refrigeramos y comprobar si había algo nuevo. La cosa seguía igual, nos decían desde casa que siguiésemos, pero nosotras no lo teníamos claro.

Así, con el agobio encima, llegamos a Lleida tarde. Allí nos esperaban Xavier y Aneu, dos tercios de una familia estupenda  que  conocimos gracias al "Couchsurfin". Nos trataron estupendamente desde el minuto uno,logrando que nos distrajésemos  durante la cena (¡ Qué rica la coca de verduras, por favor!) y la sobremesa. Pensamos hacer noche igual el Lleida y esperar noticias al día siguiente, para decidir qué hacer. Con ellos todo fue más fácil. Gracias.



La etapa de hoy (que mala suerte que te haya tocado la primera un poco fea) se la agradecemos a Pipe, reciente incorporación a nuestras vidas, pero como parte importante en la vida de mi Amiga, eres alguien importante en la mía (habla la copilota). Hemos atravesado honrosas tu segunda tierra ¡Gracias Amigo!

miércoles, 4 de marzo de 2015

Etapa 2: Motorclub Balas Rasas


El día no ha podido empezar mejor. Creo que nunca en mi vida me importó tan poco apagar el despertador. Justo cuando sonó, me entró una de las mejores llamadas que he recibido jamás. Era Javier, del Taller Ilegal en Vigo, para contarnos que nos había conseguido entradas para el Gran Premio¡Uno de nuestros tres objetivos cumplidos!Ya sólo nos queda encontrar alojamiento en cada etapa y conocer a Valentino. Javier tenemos qué hacerte un monumento. Id todos a su taller!

El despertar fue dulce y, la verdad, no podemos poner queja del resto del día. Como ya os contamos ayer, llegamos al fin de nuestra primera etapa con mucho retraso. Nuestros anfitriones habían tenido que irse, pero a la mañana siguiente quedaron con nosotros para desayunar. Al desayuno con los Balas Rasas se unió Emilio. Había conocido el día anterior nuestra historia y al ver que estábamos en O Barco, nos escribió para conocernos. Vino hasta el Bar Cristal y, además, nos dedicó casi su día entero a hacernos de Guia turístico por la zona. Nos enseñó O Barco y nos acompañó hasta Ponferrada por una carretera súper chula a orillas del Sil. No contento con todo eso, nos invitó a comer,  nos prestó un par de libros de moteros viajeros que prometimos devolverle y nos regaló las camisetas que llevamos en las fotos. Son de un Festival de Blues que organiza con unos amigos desde hace unos años: "Blues No Sil". El año que viene no vamos a Faltar. Muchisísimas Gracias Emilio por todo lo que has hecho por nosotras, por habernos explicado tan bien todo lo que hemos visto y por la conversación tan grata de sobremesa... Nos debes una lista de películas, libros y música que debemos ver, leer y escuchar.





Después de despedirnos de Emilio, continuamos nuestra ruta dirección Astorga, como el día anterior, mal de tiempo. Al llegar nos dimos un paseito corto para estirar las piernas, visitar el Palacio Episcopal diseñado por Gaudí y ver la Catedral. También aprovechamos para comprar la cena para prepararla nada más llegar a León, donde nos estaba esperando Iván, primo de la motera conductora, que esa noche nos acogió fenomenal en su casa.



 Y antes de despedirnos hasta esta noche, que prometemos contaros cómo nos ha ido hoy de León a Burgos, queremos agradecerle una vez más a los Balas Rasas ya no sólo su hospitalidad, si no habernos patrocinado esta segunda etapa tan genial. ¡Mil gracias, os debemos una!





martes, 21 de octubre de 2014

Etapa 19: Lore y Tanis

Es por la mañana en Forlì. Y no es una mañana cualquiera, hoy empieza nuestra última etapa. Los nervios y la emoción se palpan en el ambiente. Nos levantamos para desayunar con Ana María antes de la despedida, y mientras lo hacemos, la casa se llena de gente. Un amigo viene a visitarla y llaga su compañero de piso que había estado unos días fuera. Vamos, que lo que había empezado como un desayuno tranquilo de despedida acabó convirtiéndose en una pequeña reunión, muy amena en la que charlamos y nos reímos un montón con los tres.

Aunque estábamos disfrutando un montón de la compañía, nos preparamos y fuimos al encuentro de nuestra Pitufina para vivir ese día que llevábamos tanto tiempo desando vivir, con el que soñábamos desde mucho antes de arrancar esta locura. Así que, nos despedimos con pena y  emoción para emprender los últimos Kilómetros de la Ruta 46. Nada de lo que escribamos puede reflejar el estado de nerviosismo, euforia y ensoñación con el que vivimos el momento.



Este estado perduró durante la ruta. Despúes de haber seguido señales por media Europa, parecía imposible que tras haber empezado dirección Ourense, estuviésemos nada mas y nada menos dirigiéndonos a Rimini. El final estaba cerca y puedo asegurar que en mi cabeza (Keka) sólo sonaba el My Way de Sinatra (bueno, probablemente en la de Fátima también, porque no dejé de berrearla desde el asiento de atrás). Habíamos hablado antes de que era perfecta para ese momento. Pero, jolines lo bien que quedaba como banda sonora. 

No estábamos recorriendo, ni de lejos, la carretera mas espectacular del viaje. Pero puede que fuese por esa sensación de no estar seguras de que vivíamos una realidad, que intentábamos memorizarlo todo. ¡Y eso que aun nos quedaba prácticamente toda la etapa!

Así, sin esperarlo pero sabiendo que estábamos cerca, llegamos a Rímini. A partir de ahí, sólo nos quedaba seguir la costa. Cattolica, Riccione y al interior en busca de nuestro destino.


Era el momento de parar, descansar y repostar gasolina y cafeína. Estando mas cerca, sabíamos que no lo haríamos. No tardamos mucho, la emoción e ilusión compartida no nos dejaba entretenernos demasiado. Arrancamos sabiendo que la próxima vez que pusiesemos los pies en el suelo sería en Tavullia. La lluvia no quiso perderse el gran momento que estábamos viviendo y nos acompañó practicamente todo el camino. No era fuerte y hacía calor, así que no nos molestaba en exceso. ¡Ni siquiera el primer día verdaderamente gris del viaje podía estropear el momento!

Seguimos recorriendo la carretera Adriática, llegamos a Cattolica y poco después Riccione. A partir de ahí en cualquier momento encontraríamos la indicación mas esperada ¡Tavullia!. Pero no llegaba, sabíamos que andábamos cerca pero no aparecía. Dejamos el mar (que aun no habíamos visto) a la izquierda y hacia el interior que nos fuimos. No tardamos en encontrar la dirección correcta, poco mas de 10km. nos separaban de vivir nuestro momento. 

Parecía que no llegaba nunca la mítica señal Tavullia acompañada por la de velocidad limitada a 46... Y no llegó. Entramos en el pueblo por otra carretera y lo que nos encontramos fue una señal amarilla y pequeña. Lo cierto es que nos dio igual, estábamos allí, lo habíamos conseguido, todo el esfuerzo había merecido la pena. Y el éxtasis casi fue extremo cuando al girar la cabeza hacia la izquierda estaba ante nosotros ¡el Ranch de Valentino!.


Tras las fotos pertinentes, con el estado de shock y la nebulosa en la que vivíamos haciéndose mas grande por momentos, entramos en el pueblo. Era genial, muchísimas banderas amarillas con el 46 por todas partes, muchas motos, ambiente incipiente de gran premio (todavía quedaban dos días) y así recorriéndolo, absortas sin ser muy consicientes... como entramos, salimos. No es muy grande que se diga, pero como no hay mal que por bien no venga, ahora si encontramos "La Señal".


Aparcamos a la pitu y la hicmos nuestra durante mas de media hora. Ya llevábamos en Tavullia el rato suficiente como para ser conscientes de lo que habíamos conseguido y aquí si empezó la fiesta. Abrazos, sonrisa permanente, fotos y mas fotos... Tuvimos a dos francesas esperando en el coche mas de diez minutos a que nos fuésemos y desalojáramos la señal, al final desistieron y bajaron a hacerse la foto de igual manera. Algunos coches nos pitaban e incluso nos hicimos amigas de unos alemanes, que cuando escucharon que éramos españolas nos dijeron una de las frases que mas escucharíamos en el fin de semana "¿Españolas? uhhh... Márquez, no" a lo que orgullosas respondimos "Noi tifamos Valentino". De hecho la pizarra de Forza Vale que sostenemos en la foto nos la prestaron ellos.


Era el momento levantar el campamento e ir a comer algo, ¿donde? no había duda,  Pizzeria da Rossi. Solo esperábamos que todavía nos diesen algo para alimentarnos. Y aunque no tuvimos mucho donde elegir, pudimos comernos unos bocadillos y difrutar desde la terraza de nuestras primeras vistas al Adriatico. A lo lejos, pero allí estaba. Mas no se pedía pedir... Bueno si, un café como el de la foto.

Por fin, las camisetas de las Moteras Aventureras estaban donde tenían que estar. Y a nuestro alrededor, alguna decena de Rossistas visiblemente ataviados con ropa y complementos amarillos con soles, lunas y 46. Fátima no tardó en darse cuenta y destacar que "pobres, van todos con la camiseta equivocada!


Salimos del la Pizzería dispuestas a darnos una vuelta por el pueblo las tres. Y mientras nos preparábamos, conocimos a un ciudadano Belga, que como otras tantas veces, se sorprendió al ver a la Pitu y la pequeña E de la matricula. Le contamos nuestra aventura y nos echamos una charleta la mar de amena con el.  Nos despedimos, disfrutamos de un paseo por el lugar que vio nacer al dios de la velocidad. Y nos fuimos dirección Montecchio, a dos kilómetros de allí. Donde dormiríamos esa noche.

Ya en Montecchio nos comunicamos con nuestro couchsurfer para los dos noches siguientes, pero tendríamos que esperarlo dos horas, no podía recibirnos todavía. Así que dedicamos nuestro tiempo en hacer compras de productos de belleza y poder sentirnos un poco chicas, como crema suavizante para que nuesro pelo dejase de ser estropajo. Había que ponerse guapas para el Gran Premio.

Después nos fuimos a una cafetería para esperar a nuestro anfitrión. Cuando llegó nos explicó como iba ser nuestra habitacón para las dos noche y nos dirigió hasta su casa. Por primera vez, no habíamos tenido mucha suerte y lo que nos ofrecía era un sofá cama en un garaje, poco limpio, no muy habilitado y con un pequeño baño que no tenía ni ducha.  No, nos convenció mucho, pero dada la hora que era no teníamos otra opción. Fuimos a cenar,  otra decepción, un sitio donde comimos poco y nos costó mucho.  Y tras la cena nuestro anfitrión nos llevó a tomar ua cerveza con sus amigos a Pesaro. Jugamos al futbolín a la italiana (Con dos defensas y cuatro delanteros) ¡Están locos estos Italianos!

Volvimos a casa a dormir en "nuestra humide morada", si se puede decir dormir, porque la puerta del garaje se quedó abierta y no pegamos ojo. Por una vez nos había fallado el couchsurfing. Ya sabíamos por la noche, que no nos quedaríamos allí un día mas.

Ha llegado el últimos agradecimiento de etapa, unos de los mas esperados. Unos de los mas demandados y que hemos tenido el honor que corresponda a Lore y Tanis. Él brother in law, con espíritu aventurero que le encantó nuestro viaje. Ella, hermana y amiga de las dos. De una (Fátima) amiga de las que sientes como hermana, de la otra (Keka) hermana de las que además es amiga. Y probablemente una de las personas que mas ganas tenía de que esta locura saliese bien, por es de las madrinas que mas nos quiere a amabas. Nosotras también te queremos, mas de lo que se quieres los Márquez, los Espargaró y los Rossi-Marini Juntos. ¡Muchas Gracias Familia, Os queremos un montón!

jueves, 16 de octubre de 2014

Etapa 18: ¡Hostia el Doohan!

Amanecimos en Florencia cansadas. Si, habíamos utilizado uno de los días extra para descansar, pero tantos días de viaje no se remontan con un día sin rodar. Además sabíamos, esta vez si que lo habíamos comprobado, que la carretera de hoy era de montaña. Y si era la mitad de complicada de lo que había sido la última vez, antes de llegar a La Spezia, iba a ser muy difícil. Pero teníamos a nuestro favor la emoción que nos provocaba empezar nuestra penúltima etapa. Así que salimos tempranito y con mucha mas ilusión que fuerza.



No tardamos en encontrar la carretera a seguir, y la misma nos sorprendió con unas vistas espectaculares de Florencia desde el aire. Nos paramos en el Piazzale Michelangelo para desfrutarlas un ratito y despedirnos de la ciudad hasta la próxima vez.


Continuamos nuestro caminos dirección los Apeninno centrale, mas allá, Forlì, el último fin de etapa antes de Tavullia ¿cómo no íbamos a tener energía para ese momento?

Nos alejamos de la ciudad, durante algunos kilómetros todavía en llano, atravesando pueblos y prados siempre a la orilla de un río. Habíamos avanzado bastante. Mejor, cuanto mas llaneábamos menos tendríamos que transitar por las alturas. Pero el inevitable momento llegó. Empezamos a subir y subir por una carretera bastante enrevesada, pero que no era tan complicada como nuestro primer ascenso a un puerto de montaña. Una vez mas, y como ya nos imaginábamos, el paisaje era espectacular. Somos gallegas, estamos acostumbradas al verde y a las montañas. Pero, puede que precisamente por eso, nos fuese imposible dejar de admirar lo que veían nuestros ojos.


Seguimos ascendiendo, sin encontrarnos ninguna casa, pueblo o civilización. Si Marco vivía en los Apeninos, no debía ser en los centrales.... Lo que si nos encontrábamos cada pocas curvas, eran un montón de moteros. Muchos de frente, muchos nos adelantaban ¿Irían dirección Misano como nosotras? la emoción empezaba a palparse en el ambiente.

Cuando parecía imposible subir mas, encontramos el único atisbo de vida humana desde que había comenzado el ascenso. Un bar de carretera con muchísimas motos aparcadas fuera. ¡Bien, La Pitufiana podría hacer amigas italianas! 


Nos paramos a reponer fuerzas y al entrar, descubrimos que era el bar mas motero que nos habíamos encontrado hasta el momento. Decorado con posters, banderas, fotos firmadas de un montón de pilotos.

Una vez fuera, en la terraza (Si podemos llamar terraza a cuatro mesas en un arcén) comimos algo con el espectáculo paisajístico ante nosotras y rodeadas de otros moteros. Que por lo que habíamos deducido ya, estaban alli por que debía ser una ruta habitual de la zona. Como era de esperar, nuestra pequeña no tardó en llamar la atención y los amigos moteros italianos tampoco tardaron en preguntarnos desde donde veníamos y si habíamos hecho todo el camino a lomos de ella. Como ya era habitual, se sorprendieron, nos felicitaron y probablemente se fueron pensando "¡vaya par de taradas!". Eso si, nos dieron ánimos para lo poco que quedaba.

Después de comer empezó el descenso. Salimos del bar y no tardamos en encontrarnos unas cuantas curvas enlazadas y cuesta abajo (las típicas de anuncio de coche) que nos dieron la sensación de bajar de golpe todo lo que nos había costado subir una hora. Lo mas difícil se había acabado. 


Seguimos rodando ya sin interrupciones hasta Frolì. Llegamos pronto, sobre las cuatro de la tarde, y no habíamos quedado con nuestra anfitriona hasta las seis y media. Así que, aparcamos en el centro para buscar una cafetería con el bien mas preciado del viaje ¡WIFI! 

Forlì es un ciudad pequeña y tranquila, como un pueblo grande. Así que no tardó en acercarse un señor a preguntarnos que hacían allí dos españolas en una moto tan pequeña. Le contamos nuestra aventura y resultó ser un aventurero jubilado. Había tenido una moto (una BMW mucho mas grande que la nuestra) con la que viajaba con su hija, pero ahora ya no le dejaban por la edad. Al menos eso fue lo que le entendimos. Cuando reemprendimos la búsqueda de la ansiada Wifi, un chico monísimo nos indicó donde encontrarla y allí que nos dirigimos a comunicarnos con nuestra vida anterior.

A las seis y media fuimos a conocer a Ana María, nuestra anfitriona cauchsurfing del día. Como siempre, nos costó un poco encontrar su dirección, pero mereció la pena. Que bien nos acogió desde el primer momento. No teníamos dudas de ello, incluso desde Galicia, cuando vimos que una española podía acogernos en Forlì. Algo nos decía que sería ella y que nos íbamos a llevar bien. Cenamos juntas y se tuvo que ir a un concierto en el que tocaba, pero a la vuelta estuvimos un rato de charla y nos reímos un montón, lo que nos vino la mar de bien para dormir tranquilitas. ¡Maña iba a ser un GRAN día!


Este es uno de los agradecimientos mas especiales de nuestro viaje, porque si algo bueno nos trajo desde el primer momento, saliese como saliese, fue Dani. Para una (Fátima) por reencontrarse con un amigo de hace años y constatar esa verdad absoluta de que el tiempo no pasa. Para otra (Keka) por constatar otra verdad, la de que lo amigos de mis amigo son mis amigos. ¡Y eso, que  ya lo sabíamos antes de salir, ya era suficiente!. Pero durante el viaje fue figura recurrente en todo momento. Por todos los mensajes de animo que nos llegaban diciendo "soy amigo de Dani". Por los mensajes que nos mandaban él y Eri. Por que en Burgos nos acogió un amigo de un amigo suyo. y porque la segunda llamada alucinante que recibimos en Florencia, nunca se hubiese producido si no fuese por su intervención. Probablemente nos olvidamos de un montón de cosas mas. Pero si podemos afirmar, que eres parte importante de esta aventura y que eso se nos quedará para siempre. Esperamos cerrar esta historia que empezó hace años con "Hostia el Doohaan" con un " Hostia el Vale". Muchas gracias a los dos, unas cañas se quedan cortas para todo lo que os debemos.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Etapa 17: Yolita y César

Había llegado nuestro segundo y último día en Viareggio. Nos levantamos y nuestro Babo Genaro nos llevó a desayunar a la mejor Pasticceria del lugar como despedida, ¡Que pasteles más ricos por favor!. Tras el exquisito desayunos nos despedimos con pena de él y su familia. Aunque prometimos volver de visita.



Salimos temparanito dirección Florencia y por primera vez en el viaje nos metimos sin querer en una Autopista. Mucho tardamos en cometer este error, sobretodo por que en Italia los carteles de autopista sean verdes y los de las nacionales azules,  eso no ayuda mucho.

Cuando salimos de la autopista y conseguimos encontrar la nacional que  necesitábamos, pasamos por Pisa y tuvimos ocasión de despedirnos de la torre. ¡A ver si la veis!



Seguimos rodando y rodando por la mejor carretera que encontramos hasta el momento en Italia. Avanzamos un montón en nuestra etapa y cada vez el paisaje era mas Toscanero. ¡Super Bonito! Cuando ya llevábamos casi media etapa, paramos en un súper para hacernos con víveres para la comida y vimos una señal que indicaba que Vinci, el pueblo de Leonardo estaba cerca. Así que allí nos fuimos a ver si se nos contagiaba algo de esa mente privilegiada respirado el mismo aire que el había respirado.


Llegamos A vinci, un pueblo pequeñito pero con mucho encanto. Preguntamos en una oficina de turismo por lo mas interesante para ver, y de paso nos permitieron dejar nuestras mochilas allí para pasear sin lastre. Nos sentamos en un parquecito a comer y reponer fuerzas para nuesto incursión en el pequeño pueblo de la Toscana.
No tardamos mucho en recorrerlo, hacía mucho calor y el cansancio de tantos días on the road empezaba a pesar, así que después del paseo nos sentamos en una pintoresca tienda-cafeteria  a tomarnos una merecida cocacola. Tras el refrigerio, recogimos nuestras pertenencias en la oficina de turismo y fuimos a la búsqueda de la casa natal de Leonardo, a las afueras del pueblo. Cuando llegamos empezaban a caer cuatro gotas, pero nada que no nos permitiera disfrutar del lugar y sus espectaculares vistas. Estar en la Tosacana y ver con tus propios ojos ese paisaje, nos hizo pensar en lo cerca que estábamos ya de nuestra meta. Dos etapas y media y estaríamos en el Adriático.



Dejamos atrás Vinci, para recorrer los escasos kilómetros que nos separaban de Florencia. Durante el recorrido nos llovió por primera vez en ruta. Aun así, tenemos tanta suerte que hasta con estas condiciones adversas, salió el arcoiris para mejorar (si es posible) el paisaje que estábamos recorriendo. 


En poco tiempo, y bajo una tenue lluvia, llegamos a Florencia. Como cada vez que nos acercamos a una ciudad grande, el tráfico empezó a ser mas denso. Esto unido a la climatología y que empezaba a oscurecer nos complicó un poco la llegada. Y mas aún mientras callejeábamos buscando un lugar donde poder comunicarnos con Carlos, nuestro anfitrión de esa noche. Aunque todos los males generados por el tráfico se nos olvidaron al ver la cúpula de Santa Maria de Fiore. ¡ya estábamos allí! ¡Increíble!

Paramos en una cafetería cerca de la estación de tren y nos comunicamos con Carlos. Un chico gallego, de Verín, con el que nos había puesto en contacto una amiga del Mondariz (no nos olvidamos de que te debemos unas cañas Mari). Carlos vive en Florencia, pero por trabajo estaba fuera de la ciudad, aun así nos dejó las llaves de su casa para que nos instalásemos en su acogedor hogar. Y no sólo eso, si no que las dos noches que pasamos en su casa (si, volvimos a utilizar uno de los días extra para descansar) fue un gran anfitrión incluso en la distancia. ¡Carmen, tienes un hijo encantador! esperamos conoceros pronto. Una vez instaladas, cenamos y a dormir. Mañana tocaba ser domingueras y turistas en una ciudad que teníamos muchísimas ganas de conocer.

Dormimos bastante aunque nos levantamos tempranito para conocer Flarencia, como nos gusta descubrir a nosotras las ciudades, paseando y dejándote sorprender. Pronto encontramos el Ponte Vecchio, la Piazza de Santa Cicilia con su réplica del David, la Catedral... ¡Que bonita ciudad! Aunque la verdad que entre tanto turista, nos resultó bastante difícil percibir su verdadera identidad. 



Después de comer y ya sabiendo a ciencia cierta que nos quedaríamos una noche mas, nos acercamos hasta el Palacio de Pitti, seguimos callejando, decubriendo tiendecitas y rincones. Cuando empezó a anochecer nos despedimos de la ciudad y para casa a descansar. La etapa del día siguiente era de montaña, sería dura.

Lo que no sabíamos, es que el pequeño trayecto a casa recibiríamos la segunda llamada alucinante del viaje. El mismísimo Papá Noel en persona (como no sabemos si quiere que sea revelada su identidad así le llamaremos)  se puso en contacto con nosotras para decirnos que fuesen como fuesen nuestras entradas, podríamos entrar en el Paddock de Misano y que no dudásemos en pedirle ayuda en lo que necesitásemos. Increíble, poco a poco nuestros sueños se iban haciendo realidad.

Volvimos a casa con la sonrisa en la cara y a dormir, mañana tocaba cruzar los Apeninos otra vez, y la vez anterior no había sido fácil.

Esta etapa tenemos que agradecérsela a Yolita y a César. Y aunque el agradecimiento es igual de grande para los dos, esperamos que no te importe César, que nos centremos mas en Yoli. Por que es familia de las dos. De Fátima de la de verdad, de la de sangre, y de las dos es familia de la que se elige. Amiga de siempre, miembro de las Homeclaro y parte importante de nuestra aventura. Por que nos ayudó desde el principio, o aceptó nuestros atracos sin quejarse, maquillándonos para nuestra sesión previa de fotos, vendiendo camisetas y promocionándola como nadie. ¡Te queremos mucho amiga, prima, hermana!.  Y a los dos... ¡Muchas gracias chicos por nuestro paseo por la Toscana!

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Etapa 16: Prima hermana Estela, más hermana que prima.

¡Ya es un nuevo día! y hemos superado la que esperamos sea la peor de las etapas que nos quedan por delante. Después de dormir ves todo mas claro. Mucho peor que ayer, perdidas en las montañas,  no podíamos estar, así que ¡adelante!

Dejamos el hostal de buena mañana, con energías renovadas para acabar de bajar de las montañas. Tras la aventura del día anterior, lo que quedaba no fue nada y pronto llegamos a La Spezia. Como ya era habitual en los últimos días, mas tarde de lo previsto habíamos completado etapa.


Durante el viaje unos amigos nos habían insistido en que cuando estuviésemos en La Spezia fuésemos a Cique Terre.  La verdad, no habíamos ni investigado que era aquello, pero cuando llegamos al centro y vimos un cartel que lo indicaba a 11 kilómetros, no lo dudamos y ¡allá que nos fuimos!


Salimos de la ciudad y una vez mas empezamos un ascenso por la montaña, aunque a plena luz del día y con energía, pudimos disfrutar de las vistas al mar que teníamos ante nuestro ojos. Si se puede decir disfrutar, por que realmente alucinábamos.


Estábamos en unas montañas que acababan directamente en el mar y abajo de todo, donde se formaban los valles, había pequeños pueblos ¡era impresionante!. Decidimos descender hasta uno de ellos, Manarola, aparcar a La Pitu y darnos un paseo para ver que nos encontrábamos. Y lo que nos encontramos ¡fue genial!


Un pueblo pequeñito, con casas de colores al mas puro estilo marinero, todas construidas sobre rocas al lado del mar. Una vez allí, descubrimos que las Cinque Terre son cinco pueblos consecutivos en ese trocito de costa italiana. Unos a la orilla del mar, otros sobre acantilado, pero todos espectaculares. Lo cierto es que nosotros sólo vimos Manarola, los otros cuatro en fotos que había en el pueblo. Nos hubiese encantado coger el tren para visitarlos todos, pero preferimos conocer bien en el que habíamos recalado y prometimos volver armadas con botas de trekking para hacer las rutas que hay entre unos y otros.


En Maranola aprovechamos para comer, una porción de pizza para llevar y una focaccia para acompañar con productos variados que todavía seguían en nuestra mochila. ¡Que bueno estaba todo!


Después de comer nos despedimos del pueblo con un hasta pronto y continuamos nuestro camino. Teníamos mucho tiempo para poca distancia, pero no queríamos que nos pasase lo mismo del día anterior. Arrancamos dirección Vareggio, pueblo costero a 20 kilómetros de Pisa. Allí nos esperaba Genaro, un señor de 77 años que había aceptado nuestra solicitud de Couchsurfing. Teníamos ganas de llegar y descansar. El día anterior, en el momento de agobio, le habíamos pedido quedarnos dos noches y gastar uno de los días extra. Ya estábamos bastante cerca, podíamos invertir un día en tranquilidad.

Llegamos a Viareggio con bastante facilidad, por primera vez desde que salimos de Vigo no nos liamos para encontrar la dirección a la que teníamos que llegar y Genaro nos acogió no como si nos conociese de toda la vida, si no como si fuésemos sus nietas.

Nos instalamos, cenamos y salimos a dar un paseo por el pueblo con Genaro: Intentando comunicarnos como podíamos en inglés, francés e italiano. Después a dormir, hacer una cacería de mosquitos asesinos y a seguir durmiendo.

Al día siguiente nos levantamos bien pasadas las diez. No teníamos que rodar, desde Barcelona no parábamos un un día. ¡Que raro se hizo por la mañana saber donde íbamos a dormir esa noche!  Babo Genaro (Papá Genaro, como ahora le llamamos) nos tenía preparado café, que acompañamos con un pan exquisito que el mismo había cocinado. Y después del desayuno, a la playa. Primer baño en el Mediterráneo del viaje ¡ya iban siendo horas!


Mientras nos secábamos al sol decidimos que esa tarde iríamos a Pisa. Dejaríamos descansar a nuestra fiel compañera de dos ruedas e iríamos en tren.


Callejeamos, como nos gusta, dejándonos sorprender por lo que nos íbamos encontrando. Sabíamos que la ciudad es peque, antes o después nos encontraríamos la torre. Y vaya si nos la encontramos, Así de bonita estaba...


Que bonita luz había en Pisa y como brillaba la torre. Y sobre todo, ¡Que torcida está!. Como siempre, las fotos no hacen justicia. Después de verla allí, con nuestros propios ojos, nos alucina que siga en pié. Paseamos, nos hicimos las fotos pertinentes (evitamos la tópica de hacer que sujetamos la torre, que se hacía todo el mundo) y volvimos callejeando al tren para volver a Viareggio.



Al llegar salimos  con el Babo Genaro a dar un paseo y comer un helado de despedida. Al día siguiente por la mañana teníamos que salir hacia Florencia. Empezaba la cuenta atrás de la aventura, estamos a sólo tres etapas de Tavullia.

Hoy agradecemos está impresionante etapa a mi querida y única prima (de Keka), esta vez de verdad, de sangre. Prima hermana mas hermana que prima. La única que tengo, pero no necesito mas. Creo que me ha tocado una sólo por que es la mejor. La pequeña y la fuerte. Muchas gracias prima por toda tu ayuda en esta aventura ¡Que no ha sido poca! ¡Te queremos!



martes, 23 de septiembre de 2014

Etapa 15: Xabi, Iair y Jimena

Pietra Ligure - Quien sabe donde

¡Buenos días desde Pietra Ligure! ¿que donde está eso? pues a 80 kilómetros de donde deberíamos estar. Aun así, nos levantamos con energía, desayunamos alimentos procedentes de nuestra mochila de víveres (seguimos  teniendo exceso de lastre desde nuestra compra de ayer) y partimos presto hacia Genova, donde deberíamos haber pasado la noche.


Seguimos la carretera nacional del día anterior, con tráfico y pueblos costeros. Pero no se si fue la hora del día,  la mejora de infrastructuras par acceder a la ciudad o las energías renovadas... pero llegamos a Genova pronto y con la, ya lejana sensación, de haber avanzado. Ah! Y hoy en la parada para repostaje en lugar de hacer foto a la piloto preferimos hacérsela a la señora gasolinera.


Si, está fumando y hablando por el móvil, sospechábamos que los italianos no respetaban las normas de circulación, pero que ni respecten las deseguridad para que una gasolinera no salga volando... ¡Muy fuerte la señora! Eso sin tener en cuenta que por actitud, parecía la versión Italiana de Carmina o revienta.

Después de haber parado en tres estaciones de tren, dimos con la que tenía consigna. Ya os podéis imaginar como llegamos. Nuestros clásicos líos para entrar en ciudades no habían desaparecido y aun por encima hacía un calor insoportable, con mucha humedad. Tal y como nos dijo el hombre que limpiaba los baños donde nos cambiamos la ropa de ir en la moto para ponernos fresquitas "Sembra Milano", supongo que Milán será caluroso.

Salimos de la estación Principe ligeras, de ropa y equipaje, dispuestas a callejear y conocer un poco la ciudad. Sin mapas turísticos ni indicaciones, dejándonos sorprender. y la verdad es que la ciudad nos sorprendió. Igual fue por no tener grandes imagenes preconcevidas de como sería, pero lo cierto es que nos gustó mucho lo que nos encontramos.


Una ciudad con un punto decrépito, pero con una luz increíble. Edificios que muestran un esplendor pasado ya en declive. ¡Bastante espectacular!. Sabemos que las comparaciones son odiosas, pero en este caso es positiva, ya que nos recordó un poco a Lisboa ¡Y Lisboa nos encanta! 


Hicimos una parada en nuestro callejeo cuando llegamos al puerto. Teníamos hambre y llevar la mochila llena de delicatesens que nos habían quedado del día anterior se hacía difícil. Paramos, nos pusimos un día mas como el kiko y seguimos nuestro camino. Hoy por lo menos se lleva mejor, paseo mucho mas recomendable que siesta. En nuestro periplo nos encontramos con un batería genial, que como instrumento utilizaba cubos, tarteras y demás cachivaches. Nos sentamos un rato en una escalinata en el centro de la ciudad a disfrutar de su gran talento.

Fue allí sentadas, cuando vimos un cartel de McDonalds 1 minuto y  nos percatamos que debíamos  escribir a nuestro anfitrión en La Spezia. Solo podría recibirnos antes de las siete o después de las once. Le habíamos dicho que llegaríamos antes de las siete y ya  en ese momento, lo veíamos imposible. Tras el café, el mensaje y un pequeño momento de tensión entre nosotras sin mayor importancia, volvimos a la estación para recuperar nuestras pertenencias y continuar nuestro camino.

¡Pobres infelices! todavía no sabíamos lo que nos esperaba... pero si empezábamos a intuirlo cuando tras una complicada salida de Génova, tráfico y mas tráfico... empezamos a subir montañas a la orilla del mar. Al principio nos fascinaba el paisaje, incluso paramos en una plaza de un pequeño pueblo a merendar y contemplar el paisaje.



Lo complicado empezó cuando, solo subías y subías. Curva cerrada, tras curva cerrada. A una velocidad punta de 20 kilómetros por hora, con tanto peso y la mochila entre los brazos de la piloto era imposible afrontar una carretera tan enrevesada mas rápido, ¡Y todo esto sin parar de subir!. Aun encima las señales indicaban la distancia que nos quedaba hasta La Spezia como les venía en gana. Ahora 93 km, dentro de un rato 60 km, mas a delante 81km... ¡Una tortura!. Pasaba el tiempo, no avanzábamos nada y aunque veíamos el mar, estábamos a muchísima altura... ¡si hasta había señales de peligro por nieve!

Seguimos y seguimos intentando avanzar lo máximo posible y salir de aquellas montañas antes de que se hiciese de noche cerrada, pero cada vez lo veíamos mas complicado. No había comenzado aun el descenso. Paramos por agotamiento y si era poco lo que ya teníamos, nos llegó un sms de nuestro anfitrión. Había malentendido un mensaje que le mandamos y se despedía de nosotras, creía que al final no íbamos. Puedo prometer y prometo, que yo (Keka) en la foto de abajo que ilustra el momento, estaba llorando dentro del casco y que lo único que pasaba por mi cabeza era Livorno, ferry y para casa.


Menos mal que estaba Fátima para verle el lado positivo a la situación. Si no teníamos que llegar a La Spezia, podíamos quedarnos en el primer hostal que encontrasemos. Ya era casi de noche y las fuerzas no daban para mas. Cierto es que en aquellas montañas, no había ni pueblos de mas de diez casas, pero nos permitimos el lujo de saltarnos el primero que nos encontramos, un hotel prácticamente solo a tanta altura, recordaba mas (salvando las distancias) al Resplandor que a otra cosa. Por suerte poco después, empezamos a descender y el segundo que nos encontramos parecía mas acogedor, la pegatina de la puerta nos convenció.


Un pequeño hostal familiar, muy cuco y por suerte no muy caro, que posiblemente estaba puesto allí para salvar a ingenuas como nosotras que no comprobaban su ruta. Ya en la cama, tras la ducha y comiendo galletas de chocolate, porque nos las merecíamos. Descubrimos que lo que habíamos atravesado eran los Apeninos Settentrionale y que habíamos hecho un Monegros. No comprobar por donde pasaba la ruta y meternos en la boca del lobo. Por suerte todo salió bien.

El agradecimiento de hoy también lo teníamos pendiente y es para unos pequeños primos recién adquiridos. Igual os habéis dado cuenta que yo, Keka, me invento parentescos todo el rato. Pero es que la mía es pequeña, así que utilizo esa táctica cuando conozco a alguien genial  para que exista algo nos una un poco mas. Esto ha pasado con Xabi, Iair y Jimena, que como molan, los quiero en la familia. A ellos, a sus padres y a su abuela. ¡Muchas Gracias!